viernes, 31 de octubre de 2014

¡Cuánto dolor!

POR HECTOR GARCIA LISTINDIARIO

 La tragedia en que perdió la vida el joven pelotero Oscar Taveras, calificado como uno de los tres primeros prospectos más fecundos del béisbol de grandes ligas, obliga a penetrar por un cauce de profundas meditaciones. 

 ¡No quiero limitarme al ámbito deportivo! 

 ¡Hay que ir más lejos y más profundo! 

 Contemplando con objetividad la sociedad dominicana, a todos los niveles, tengo que convenir en que estamos viviendo en medio de una profunda crisis. La violencia mortífera, los feminicidios y los suicidios, la expansión del delito en todas sus expresiones, el desprecio a la vida y a los valores esenciales conforma una panorámica estremecedora.

 En lo tocante al joven pelotero Taveras, de apenas 22 años de edad, abre un ámbito de lineamientos conmovedores. 

 Esto obliga a que las academias formadoras de los peloteros reclutados por los equipos de las Grandes Ligas destinen parte de sus entrenamientos a cursos y procesos de educación para la vida. Sugiero que tales tareas sean servidas por sacerdotes, pastores o por personas de una capacidad formativa virtuosa. 

 Esta palabra tiene una dimensión clave, porque los atletas imbuidos de una formación cristiana y moralista de la vida son los que se honran a sí mismos. Y dignifican al propio tiempo al béisbol en sentido general. Y no tan solo al béisbol, sino también al ámbito humano.

 La muerte de Oscar Taveras, joven con un destino millonario que ya estaba dando sus frutos para la dominicanidad, pone sobre el tapete el pronóstico de que en caso de no tomarse las acciones preventivas de correctivos urgentes, hecho como este podrían multiplicarse. 

 El impacto de una adolescencia humilde, con un manejo holgado de recursos, induce a un vivir irracional, en muchos casos, cada vez con mayores desenlaces trágicos. 

 Como contraste, tenemos el caso de muchos peloteros que triunfan de más en más y en sus declaraciones y estilos de vida invocan a Dios y destinan parte de sus ingresos a fundaciones humanitarias.

 Sencillamente, el deporte no es solamente el triunfo de la superioridad física. Es al propio tiempo un vivir virtuoso, moralizante y ejemplar. 

 Con la pérdida del tercer mejor prospecto del béisbol, no tan sólo pierden las Grandes Ligas. Fundamentalmente es una derrota a la dominicanidad.

 Y este ejemplo trágico debe servir para que casos como este y de naturaleza parecida no se repitan.

 Ha llegado el momento de que las organizaciones beisboleras norteamericanas y de otras naciones menores pongan énfasis en esta urgencia. 

 Nuestras condolencias por la trágica muerte de Oscar Taveras, así como de su novia Jamely Arvelo, a sus familiares y también en un primer plano al Deporte Nacional y al béisbol de las Grandes Ligas. 

 ¡Se perdieron dos vidas jóvenes y eso duele!